El vecino del que no sabemos su nombre ni hemos visto su rostro, pero ya casi conocemos de memoria el rasguño de su tos, el torrente de su orina o sus entrecortados gemidos al hacer el amor al otro lado de la pared. Así también empiezo a conocer a ciertos personajes de la novela que estoy escribiendo: por su vida íntima, por sus secretas obsesiones, antes que por su cara.