9 may 2017

Tres poemas de Leopardo

I
Se posa el pájaro en sí mismo,
tiene la rama dentro, eso explica
la gracia natural de su reposo.

Algún mandato incumple, sin embargo,
pues no se queda allí sino lo justo
para que yo lo vea mientras vivo.

Como esa rama, acaso está la muerte
también dentro de él
y de mí mismo.




II

Nos ha crecido un árbol en la casa.
En verano, a la tarde, nos refresca
con su sombra sin prisa, algo chinesca
y llena de presagios. En la casa

nos ha crecido un árbol misterioso
que alfombra los pasillos con sus hojas
cuando llega el otoño: leves, rojas,
de un amarillo casi silencioso.

La primavera acude a nuestro árbol
y lo enciende de un verde con tal brillo
que para vernos hay que rodearlo.

En invierno es peor: desnudo el árbol,
aparece un ahorcado en el pasillo.
No podemos contarlo ni cortarlo.





III

Si pudieras mirar con estos ojos, inocentes
de cuanto ven como las hojas de los chopos al volverse,
me los darías
diciendo:
     «No son míos y duelen».

Si te prestara un rato lo que soy,
estos felinos ojos animales
que pesan en la cara como dos agujeros,
¿no esperarías también tú
la exacta forma que yo espero?

Tantas veces probé
los brillantes zapatos de mis ojos
en los pies de este mundo y tantas veces
me los quité por anchos o pequeños.